Pilotos, experimentos, prototipos, pruebas o ensayos son términos que muchas veces se utilizan para rebajar expectativas de algo o de una situación que podría presentar grandes dosis de incertidumbre o desconocimiento.
Por ejemplo, en el Concierto de Love of Lesbian celebrado el pasado marzo, la organización y los medios utilizaron el término de “concierto piloto” para referirse a este evento que buscaba maneras de celebrar eventos culturales seguros.
Generalmente, como el caso anterior, los pilotos acotan la propagación de un fracaso de una forma controlada, por lo que nos exponemos a una menor pérdida o pérdida controlada.
¿Piloto o miedo al fracaso?
Cuando se plantea realizar pilotos en un entorno empresarial tradicionalista, muchas veces se puede percibir como una inseguridad de quien lo promueve, y entonces se crean las facciones de los intrépidos, los neutrales y los conservadores.
Todas las posturas son correctas y comprensibles, pero cabe destacar que el miedo al fracaso es un común denominador. Ese terreno desconocido, cuando el “dashboard” está tintado de rojo, aunque se trate de una práctica muy común en un ámbito más científico-tecnológico.
Quienes hayan vivido la experiencia de un comité de aprobación de proyectos de riesgo les sonará la postura de la neutralidad, ya que incluso optar por la postura conservadora implica sus riesgos: “¿Y si resulta todo un éxito?”
Cuando huir del fracaso se vuelve una práctica continuada, llegando a integrarse en la cultura de una empresa, es cuando el problema podría ser incluso letal. Perseguir un riesgo 0 conlleva un aprendizaje 0, y con un aprendizaje 0 nos volvemos menos resilientes a un futuro lleno de incertidumbres y amenazas.
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